Hola queridos lectores, haré hoy
una reseña de un libro”Arroz y tartana” del ilustrísimo escritor valenciano
Vicente Blasco Ibáñez. Elegí este libro ya que me resultaba cercano y quizás
algo más fácil de entender pues los lugares descritos todavía hoy existen y tal
vez pudiendo hacerse una idea borrosa de cómo era y como es actualmente la
plaza del Mercado, las cuevas de los hojalateros en la iglesia de los Santos
Juanes, el paseo de la Alameda, la plaza Redonda, las Torres de Serrano, la
calle de las Mantas, la calle Caballeros, etc.
Y realmente lo conseguí, conseguí meterme en
el libro a pesar de la tediosa descripción de los primeros capítulos quizás
demasiado extensa cuando todavía no se está dentro de la atmósfera novelesca de
Arroz y tartana. Aunque conforme entiendes la novela cada vez las descripciones
se te hacen más necesarias, las aprecias mucho más y de esta manera puedes meterte
dentro de la novela siendo capaz de oler la verdura pútrida en un día de verano
al sol, el estiércol de las calles, la mugre de los pies de los caídos en
desgracia que piden limosnas en las calles, los perfumes dulzones de las
señoronas de la burguesía, los cosméticos derretidos bajo el violento sol del
verano, el aceite requemado de la fritura de buñuelos de san José, el azufre de
la pólvora de los castillos de fuegos artificiales en la feria de la Alameda, etc.
El
libro narra el fiel retrato de una sociedad valenciana decimonónica tardía, con
el ansia de poder de una familia, y realmente más que ansias de poder, ansias
de riqueza aparentando una posición social que no tienen, como castillos en el aire sin cimientos. Los
nuevos ricos burgueses que teniendo como modelo los desfases y despilfarros
aristocráticos pretenden darse a conocer en la sociedad con el deseo de
expresar al mundo su bonanza económica y su posición que nada tiene que
envidiar a la caduca y empobrecida aristocracia sin más que un título
nobiliario. En el libro quedan bien retratadas las dos posturas, por un lado
don Juan el tío llamado (avaro) por ser conservador, guardando su dinero, sin
fiarse de la Bolsa que forja riquezas efímeras ni embaucado por su hermana
Manuela.
La cual intenta aparentar una
riqueza y una posición que no tiene, sino que hipoteca sus pocas pertenencias y
vende la herencia que con tanto esfuerzo y trabajo le habían dejado, por una
parte su padre, un trabajador tenaz e incansable de la seda, y por otra su primer
marido un comerciante que había ganado todo con el sudor de su frente desde
abajo, siendo abandonado por su familia aragonesa a su suerte en la plaza del
mercado cuando era un niño.
El libro lo da a entender, (valgan
las excepciones), si es cierto y de todos sabido la fanfarronería y el deseo de
aparentar de la sociedad valenciana en contraposición con los pobres aragoneses
humildes y ahorradores con la única ansia de trabajar tierras yermas para poder
llevar a casa un bocado, la tierra valenciana ha sido históricamente más rica
por tener la huerta y las tierras de regadío productivas y ricas. Viéndose la
diferencia en trajes regionales (fallera-maña), comidas típicas (paella-migas
de pastor) etc. Vestigios de esos desfases decimonónicos es la clara ostentación
fallera, valencianos capaces de comer arroz blanco en casa para poder pagar la
cuota fallera y contribuir a la construcción de un ostentoso monumento de
cartón piedra que será devorado por las llamas en minutos.
Realmente el libro podría ser de
un escritor actual, que tratase los temas económicos, una época de bonanza que
ha hecho que numerosas familias viviesen por encima de sus posibilidades y
pidiesen créditos que los bancos alegremente daban sin cesar para poder comprar
un coche nuevo, un apartamento en la playa, unas vacaciones en Cancún… Igual
que en el siglo XIX doña Manuela vendía
a casas de empeño su cubertería de plata, los cuadros de Juan de Juanes etc.
para poder comprar un vestido nuevo con el que deslumbrar en el diario paseo
por la Alameda, es más vendía hasta su honra para poder tener un coche de
caballos y una elegante reunión de amigos con los más caros manjares. Una
ilusión de corta trayectoria y de final estrepitoso que se intuye fácilmente.
Personajes
secundarios en la obra, dan a conocer pinceladas de cómo veía la gente de abajo
lo que estaba pasando: Pag 103 ¿El
ayuntamiento?...una cueva de ladrones; todos los que entraban en la “casa
grande” era para robar.
No puedo dejar de pensar en cuán
parecido es a los gritos que se escuchan actualmente en España en las
manifestaciones anticorrupción…
Concluyo animando a todo aquel
que lea mi humilde reseña literaria sobre el libro a que lea “Arroz y tartana”
de Vicente Blasco Ibáñez, el libro da una gran descripción de lugares
valencianos familiares para todos nosotros, modos de vida decimonónicos,
habitáculos y actividades habituales, propias del temario de clase. Y a la vez
que da sabias lecciones de vida sobre la economía y la decencia humana y social
plenamente vigentes en la sociedad actual, son los mismos problemas de una
sociedad corrompida que parece que no aprende de sus errores.
A mí me hace gracia cuando a la gente se le llena la boca hablando de Blasco y su retrato de la sociedad valenciana. Creo que muchos no lo han leído de verdad, pues su mirada es muy poco complaciente y es, lamentablemente, muy realista. Tal vez si lo conocieran de verdad, no les gustaría tanto. No, no hemos cambiado. Ahí reside la intensidad de sus novelas. Me ha gustado mucho el comentario de la obra y tus reflexiones. Muy bien.
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